El amor, es esa gran alegría que una siente, es ese conjunto de sentimientos inexplicables, es lo que siente una persona por un objeto, un amigo, una pareja o incluso su madre.
El gran valor que se le puede llegar a otorgar. Así era yo...
La pequeña de la familia, la deportista, la que sacó siempre las mejores notas, la que nunca faltó el respeto a su familia, la que no vivía sin un beso de su madre cada vez que entraba por la puerta o incluso cada vez que despertaba.
El crecer sin un padre, el tener solo a una persona que te abrace y diga esta es mi hija delante de cualquier persona y sentirse más que orgullosa de ello.
Pero, no siempre todo es perfecto. Las cosas cambian y la alegría se va de tu lado como al caer una gota de lluvia, la misma lluvia que hoy día llena mi vida y la acosa de tristeza y quizá soledad.
Decepción. ¿Puede una madre decepcionarte? Puede una hija cruzarse con ella y querer comersela a besos cada día pero quedarse tan sólo en ignoradas miradas, de esas forzadas, de esas que si no tuvieras algo en común conmigo no existirian...
Eso ocurre, son tantísimos los problemas que corroe cada uno de mis latidos que, los mejores momentos se van borrando poco a poco, sin ni siquiera yo querer hacerlo, desaparecen inconscientemente y el dolor cubre mi cuerpo en el que miles de frases me pueden.
El no tener a un padre y aún asi seguir adelante es duro, pero el no tener ambos lo es más, convivir con lo que más quiero en este mundo y no dirigirnos la palabra, no acordarme de su olor, ni provocar una sonrisa en ella. ¿La muerte? Pienso a veces que esto es peor. Ya no existo.
Escrito por: A.E
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